En esta oportunidad, te
contaremos el origen de esta aleación, muy útil para muchos productos, herramientas,
diseños y construcciones.
Antes de eso te explicamos un
poco sobre el acero. Este es una combinación de hierro y un leve porcentaje de carbono
(0,03 y 2 %). Asimismo, se le puede agregar otros elementos a fin de lograr que
el acero tenga más dureza.
Dependiendo de la cantidad de
carbono y de su manera de ser repartido, puede variar las propiedades físicas y
su interacción con diferentes temperaturas.
Ahora sí, vamos con la historia:
No hay registro fiel ni oficial
del año en que se comenzó a utilizar el proceso de fundir mineral de hierro a
fin de crear un metal apto para ser empleado para el uso humano. No obstante,
se han encontrado útiles de hierro 2800 años antes de Jesucristo y se conoce
que antes de esa época ya se usaba este recurso para el diseño o fabricación de
adornos de hierro.
Vale mencionar, que la cultura
griega aprendió (1000 años antes de que nazca Jesús) una forma de fortalecer
sus armas de hierro a través del tratamiento térmico. Por otro lado, todas las
fundiciones hierro realizadas hasta siglo XIV se les denomina hierro forjado.
En
esos tiempos, se avivaba en una especie de fogón una concentración de mineral
de hierro y carbón vegetal. Gracias a este procedimiento disminuía el elemento
a una masa esponjosa de hierro, que se colmaba de impurezas metálicas y restos
del carbón vegetal, que a su vez eran retiradas.
En la época moderna, para la
producción de acero se usaban hornos modernos. El hierro colado se purifica a través
de chorros de aire. Esto, gracias al inglés Henry Bessemer, que a mitad del
siglo XIX inventó el proceso refinado de acero.
Finalmente, desde hace más de 50
años se usan diversos minihornos que funcionan con electricidad.
0 comentarios:
Publicar un comentario